La pandemia ha transformado nuestro mundo de maneras inesperadas, obligándonos a adaptarnos y repensar la forma en que vivimos. En particular, el ámbito laboral ha experimentado cambios significativos y desafíos radicales.
El auge del trabajo remoto ha llevado a jornadas laborales extensas, a menudo difuminando los límites entre vida personal y profesional. La facilidad de no tener que desplazarse ha generado una confusión en la gestión del tiempo, dando lugar a un fenómeno emergente: el «Quiet Quitting» o abandono silencioso.
Este fenómeno, que ha ganado fuerza en 2022, se manifiesta principalmente entre los millennials más jóvenes y la generación Z. Consiste en una actitud pasiva hacia el trabajo, donde los empleados realizan sus tareas asignadas según la descripción del trabajo, pero evitan el esfuerzo adicional que a menudo esperan los empleadores, como horas extras o responsabilidades adicionales.
El «Quiet Quitting» está vinculado a diversas variables, como la falta de conexión emocional con la empresa, la ausencia de un propósito claro en el trabajo, la percepción de una remuneración inadecuada para la carga laboral o el desequilibrio entre la vida personal y profesional. Las nuevas generaciones buscan un propósito en su trabajo, quieren sentirse parte de un proyecto significativo y considerados sin tener que sacrificar su vida personal.
Esto plantea un desafío para los empleadores, quienes deben encontrar maneras de conectar con esta nueva fuerza laboral para que ambas partes puedan beneficiarse y dar lo mejor de sí mismas. La clave radica en comprender las necesidades y expectativas de los empleados más jóvenes, promoviendo un entorno laboral que fomente el propósito, la inclusión y el equilibrio entre trabajo y vida personal. En última instancia, la adaptación a esta nueva dinámica laboral no solo es esencial, sino también un camino hacia el éxito mutuo.